¿Sabes porqué funcionan los horóscopos?
Ó mejor dicho, ¿porqué la gente cree que funcionan y que es cierto que las estrellas dominan su sino?
Ó porqué cuando una persona lee sobre una enfermedad, de repente siente que tiene los síntomas y llega a creer que hablan de su padecimiento (uno que a veces no tiene)?
Algunos denominan a este fenómeno como “sugestión”, es decir, adoptan como verdadera una “sugerencia” que puede o no estar dirigida a ellos.
Siempre he creído que las personas que creen en los horóscopos son personas realmente muy frágiles. Quieren creer que hay una fuerza superior que controla su vida. Quieren creer que es posible preveer el futuro, misterioso e incierto, a través de la revelación cósmica revelada a un hombre “superior”, poseedor del conocimiento necesario y suficiente para realizar la interpretación de dicho orden superior y transmitirlo a sus contemporáneos, en un código que comprendan.
Pero la realidad es que no debo circunscribir esa credulidad a las personas débiles. La realidad, según yo, es que todos los humanos necesitamos creer que existe un orden universal y que jugamos un papel dentro de ese orden. Queremos sentirnos especiales, sentirnos necesarios en el Gran Juego… es más, no sólo queremos: lo necesitamos.
A lo largo de la historia el hombre se ha preguntado de donde viene, cual es su propósito vital, quién es y a donde va. Considero que la formulación de estas preguntas es inherente a nuestra humanidad, a nuestra racionalidad; y la búsqueda del sentido de la vida, siempre va enfilado a la comprensión del mundo para entonces estar en posición de lograr la felicidad. Necesitamos comprender para darle una proporción a nuestro entorno y que no nos abrume.
Algunos buscan las respuestas a estas preguntas en la filosofía, otros en la teología, la mayoría en la religión y otros más en creencias esotéricas. Creencias fáciles ó difíciles, antiguas ó nuevas, basadas en la razón ó en la sin razón, constituyen la evidencia palpable de que culturalmente el hombre necesita CREER para crecer. Incluso la “no creencia” constituye en sí una creencia, un marco de referencia para la conducta, los deseos y los pensamientos... y por ende, las culpas.
El ser humano lleva en su corazón una semilla de credulidad que lo impulsa a toda costa a buscar a su creador ó su destino final. Padre Dios ó Madre Naturaleza, Jesucristo, Buda e incluso “Elvis vive” ó el ateismo más recalcitrante, dentro o fuera de la creencia sistematizada y encuadrada, nos sitúan como individuos y como sociedad dentro del orden cósmico; nos otorgan valor.
Y es que desde que el hombre es hombre, las pasiones humanas siguen siendo las mismas y en sus pecados individuales ó colectivos con algunas variantes, siguen prevaleciendo la ira, el rencor, los celos, la envidia, la avaricia, el egoísmo, la intolerancia, la imprudencia, etc., etc., etc.
Es una lástima que así como defendemos nuestro derecho a creer ó nuestra creencia en sí, no defendamos nuestra dignidad humana, sigamos permitiendo el poder del más fuerte sobre la razón, el hambre, la guerra, la violencia, la injusticia... la inmunidad del "poderoso Señor es "Don Dinero"", la corrupción de nuestraas autoridades y un desprecio velado contra nuestra Patria.
Ojalá y como algunos "misioneros" van de casa en casa intentando que otros cambien de religión, existieran "pacificadores" que ponderen el valor del diálogo, la tolerancia, la unión y la paz.
Quizás tendríamos un poco menos a Dios en nuestra mente, pero definitivamente seríamos mejores creaturas de Dios.
¿Qué opinas lector?
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