sábado, 29 de agosto de 2009

El Nuevo Día

En esta fresca mañana, desde esta incomprendida ciudad, chanates, chileros y otras aves extrañas han comenzado a saludar.

El cielo claro, con los tintes propios del desierto, un rosa claro sucio con un poco de amarillo y un azul celeste tinte pardo, comienza a tener luminosidad después de una noche estrellada.

Anoche, ilusamente y con un poco de vergüenza acepto que me creí el "hoax"... salí a buscar el planeta "Marte", el cual supuestamente estaría casi tan brillante como la luna... una parte de mí pensaba que debía tratarse de un engaño, pero la ilusión de ver algo maravilloso predominaba en mi espíritu lógico y con verdadera emoción salí a constatar que no hubiera nubes en el cielo, que la luna estuviera en el lugar en que debía estar y aguardé a que dieran las doce cincuenta y algo... ¡y nada!, mientras mataba el tiempo en el internet, decidí comprobar si se decía algo de las supuestas "dos lunas" cuando encontré el aviso de hoax... ¡vaya chasco! el evento, no tan espectacular por supuesto, había ocurrido en 2003 (ó 2004, ó 2005, ¡que importa ya!)!!, en fin... triste, desilusionada y con la cola entre las patas, me fui a acostar, donde la sonrisa burlona de mi marido me gritaba silenciosamente: ¿Ves credula? ¡te lo dije!!...

No obstante hubo algo bueno en todo esto (eternamente optimista), pude disfrutar del vuelo nocturno de un ave blanca, que no pude identificar, que planeaba en mitad del cielo y se lanzó en picada sobre "algo" en la azotea de mi vecino.

El encuentro, fugaz y totalmente inesperado, fue un recordatorio simple de que a nuestro alrededor, en un ambiente supuestamente "controlado", siempre coexistirán con nosotros modos de vida que nada tienen que ver con el nuestro y que sólo es cuestión de abrir bien los ojos, la mente y el espíritu, para encontrar la belleza en una noche estrellada, alunada, fresca y con olor a tierra mojada, donde un ave con sus alas abiertas proyectó su sombra de silencioso vuelo, sobre un corazón que sincero esperaba ver una maravilla.

Finalmente ha amanecido. Con arenas en los ojos recuerdo que no tuve dos lunas en el cielo... pero desde mi habitación tibia agradezco a Dios, y me uno con los pájaros mañaneros, a saludar en este nuevo día al viejo conocido que comienza a asomar por mi ventana.

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