sábado, 5 de marzo de 2011

El "Ritmo" de la vida

El pasado fin de semana mientras viajaba a mi ciudad natal, leí un libro que me habían regalado hacía dos años y que ni siquiera había sacado de su envoltura:
"Ser como el Río que fluye", de Paulo Cohelo.

Entre las muchas cosas que aprendí, una que me ha estado rondando la cabeza es aquella de que cada quién debe vivir su vida a su propio ritmo. Habrá personas que se mueven más lento y se frustran porque no pueden alcanzar el paso de los demás, mientras que habrá otros que corren todo el tiempo y no disfrutan el "aquí y ahora".

Durante estos días que finalmente me he permitido llorar mis pérdidas mientras mis circunstancias me obligan a vivir una rutina, me he dado cuenta que si bien "parece" que estoy bien, que tengo esperanzas en el futuro y que quiero "rehacer" mi vida y seguir adelante, realmente lo que quiero es correr a toda velocidad a ese brillante futuro lleno de promesas para no vivir mi presente: la pérdida, el dolor, la soledad, mi parte mía que muere con mi esposo, mi propia debilidad, la necesidad de reconstrucción, la necesidad de autocomprensión, de autoconocimiento y de amor por mí misma.

La verdad es que Yo no vivo a mi ritmo... es más ¡ni siquiera sé cuál es mi ritmo!!, porque este correr que siempre me ha llevado deprisa durante mi tiempo vital ha sido impulsado por mis deseos escapistas de "no vivir" el presente y creencias como que "el futuro siempre será mejor", "no hay tiempo" y "moriré joven".

Toda mi vida, excepto uno que otro período, la he vivido deprisa y viendo siempre hacia atrás ó allende el camino; pasado y futuro, pero nunca presente. Estoy cansada de correr, de levantarme siempre rápido (para que nadie me vea que he caído), de esconderme en la premura y en el "deber ser". Mi decisión de seguir adelante "como si nada hubiera pasado", como si estuviera lista para continuar, me está llevando a una amargura creciente. Tengo muchos planes, deseos de nuevas experiencias, pero quizás son una pantalla que yo misma he puesto ante mis ojos, para tener esperanzas y pasar rápido el trago amargo... lo malo es que ¡en lugar de que pase, sólo me atraganto y me ahogo.

Quiero irme lejos, escapar, ¡huír! (¡qué cobarde!)... perderme en otros lugares, otras gentes, otros brazos, otras ilusiones, aunque sé que no estoy preparada, que aún no ha llegado ese tiempo, que mi lugar es estar AQUÍ Y AHORA, que la reconstrucción SIEMPRE es lenta (como arquitecto sé bien que es más rápido construir que re-construir) y que no debo apresurar las cosas ó tendré cimientos débiles y volveré a caerme...

Por muchos "acelerantes" que se agreguen al concreto, éste aún necesita tiempo para fraguar ó de lo contrario se "quema" y ante las presiones se desmorona hasta convertirse en fino polvo... creo que de ese modo vivo, quiero acelerarme tanto que no fraguaré, ni resistiré, porque una parte de mí quiere precisamente eso: quemarse y desmoronarse, hacerse polvo y dejar de existir...

¡Quiero vivir!, ¡en verdad lo deseo!... pero para eso tengo que aprender a andar lento. Tengo que aprender a ver y oler las flores en el camino, disfrutar la brisa e incluso la lluvia fría de mis tormentas... tengo que descubrir cuál es ese paso "del río que fluye", a veces calmo, a veces rápido pero siempre en movimiento y renovación.

Quisiera vivir el "hoy-aquí" sin remordimiento, gozándolo y respetando las lecciones que quiera darme. Quisiera aprender a escuchar mi cuerpo y mi alma, para caminar al ritmo lento que ambos necesiten para curarse...

Pero no sé como.

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