miércoles, 9 de junio de 2010

Independencia

Extraños días éstos que han pasado y cuya huella se extingue tan rápido como una huella a la orilla del mar... y a la que quisiera poder capturar en una fotografía, un molde de yeso ó al menos cincelar en mi memoria emotiva.

Pasan tantas cosas en tan pocos minutos, con las consiguientes contrastantes y consonantes emociones, que se antojan reflejos de la huidiza libertad. La única moraleja que resuena con fragoroso redoble en mi alocado y joven corazón es esta: ¡Gracias Dios!, por la vida, mis amores, mis quehaceres y mis sueños.

Hoy el sol mañanero brilló de un modo espendoroso, recordándome que la libertad no es tiempo sin quehacer ó la potencia de la posibilidad voluntaria (léase: la posibilidad de hacer lo que se me venga la gana, en el momento en que yo quiera). Es más bien un estado mental de inifinta confianza en que todo lo bueno ha sido, es y será por el amor de Dios providente, amoroso, todo verdad, generosidad y bondad y que todo lo que sucede es motivado por nuestro libre albedrío.

Por una parte conviven en mi espíritu la tristeza, la paz, la alegría y la esperanza.

Tristeza por la separación; paz porque todo en casa está "estable"; alegría porque soy bienamada y esperanza... ¡siempre hay esperanza!... aún en el fondo de la caja de Pandora, de la que escaparon todas las calamidades del mundo, quedaba la esperanza... y espero con confianza en que las separaciones no lo serán realmente, la paz perdurará lo más posible y la alegría al depender de mí misma no se agotará.

Estoy consciente de los peligros que me acechan. He vivido antes en la sosobra, el pesimismo y la soledad. Pero hoy, así como en mi trabajo soy inciertamente independiente, hoy decido ser feliz intensa, profunda y apasionadamente.

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