sábado, 7 de mayo de 2011

Se enfermaron mis ojos, otra vez...


Otra vez enfermaron mis ojos,
al mirarte dormido bajo las losas.
Lágrimas que escocían resbalaron de mis ojos
impotentes, saladas, amargas, rancias.

Con esta llevo ya doce veces en tres meses
que enferma gravemente mi conjuntiva,
después de cualquiera de mis visitas
solitarias y furtivas a tu morada.

Dicen que soy alérgica a la tierra…
Pero no a las tolvaneras laguneras,
no a los polvos con sol y manzanas de Arteaga
no a la tierra negra de mis gardenias
Tampoco al hollín de los leños, ó del carbón…
Ni del polvo de mi hogar al barrer la calle,
ó la mugre del perro tras sus caricias…

Sólo me afecta aquella del cementerio...
aquella que me barre en la soledad y el silencio
cargada de posibilidades muertas,
flores marchitas, llantos e insectos.

Maldita tierra llena de despojos
dolores aciagos y ciegos,
mucho más profundos que las fosas.
y más abiertos que las losas
que se abren impúdicas llenas de grietas
incapaces de contener a la muerte.
Cubiertas desgajadas al pasar del tiempo,
como señales del olvido de los vivos,
ó que son abiertas a la fuerza, golosas
para reclamar nuevos cuerpos amados.

Enfermo sólo allí…
¿Casualidad? No lo creo…
por que no me afecta el polvo de la vida.
Creo que más bien soy alérgica a la muerte
Pero no a cualquiera…
Sólo a la tuya.

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